ALDO ARRIGHI

eduardo-rivasPor Eduardo Rivas – Corría octubre de 1983 y los argentinos volvíamos a las urnas después de 7 años de la más terrible dictadura militar, y los zarateños volvíamos a elegir autoridades locales tras la experiencia de los tres intendentes del peronismo en los 70.

Las elecciones de aquel año tuvieron la particularidad de no contar con listas sábanas, puesto que se diferenciaban 3 tipos de boletas, blancas para el ámbito nacional, celestes para el provincial y amarillas para el local, lo cual permitía mayor independencia a la hora de la emisión del voto ya que se evitaba el ‘efecto arrastre’ que se suele propiciar al ser parte de una boleta de ámbito superior. Un ejemplo de este efecto es el caso de Nuevo Zárate, que elige sumarse a una boleta de otro partido para poder pescar algún voto por arrastre, o el caso de Nuevo Zárate en las PASO del Frente para la Victoria en 2015, que fue con las dos opciones de candidato a gobernador. Allí más que pescar, quisieron pasar la red.

Pero volviendo a 1983, y por las particularidades que mencionamos, era más sencillo el reparto casa por casa de votos armados, costumbre arraigada en la época, para que el votante llevara de su casa la ‘barlota’ lista. Así, en medio del ‘alfonsinazo’ era más sencillo el subirse (o bajarse) del mismo. Y Zárate fue un ejemplo de ello porque se dieron las dos situaciones. Militantes del Partido Socialista Democrático (PSD) repartieron boletas de sus candidatos locales junto a las boletas del Radicalismo, procurando aprovechar el impulso para obtener votos a nivel local, y militantes de la oposición partidaria del Radicalismo repartieron las boletas de su Partido junto a la boleta local del PSD.

Este contexto, sumado a la candidatura de un vecino reconocido por su labor en instituciones intermedias y su desarrollo profesional, posibilitó que el socialismo, que se presentaba como Alianza Socialista Democrática, triunfara en el orden lo-cal con el 34% de los votos, relegando al Justicialismo que alcanzó el 30% y al Radicalismo que logró el 25% de los sufragios.

El candidato que había elegido el socialismo fue el odontólogo Aldo Arrighi, quien no confiaba mucho en su triunfo, puesto que iba como candidato a Intendente y a Primer concejal, pero quienes sí confiaron en él fueron muchos vecinos que lo veían como el mejor de ellos para hacerse cargo del Ejecutivo municipal.

Debió lidiar con un Concejo Deliberante en el que era la primera minoría, agudizada tras los comicios intermedios, y en el que no participaba ninguna mujer. Tuvo que reconstruir la plantilla del Municipio tras la devastación de la dictadura y gobernar con las particularidades de ser el único municipio socialista aunque afín a los gobiernos provincial y nacional, que habían incorporado a militantes de este partido a su funcionariado.

Tuvo aciertos y errores, pero tuvo algo de lo que se enorgullece y que debería ser una forma de vida para todos. Tiempo después lo sintetizó en una frase. Dijo Arrighi, ‘Acá somos todos vecinos, no me olvido que soy el hijo del fiambrero’ y en esa misma línea afirmaba que ‘lo peor que puede hacer un dirigente es mentirle al pueblo’. Para él, Moisés Lintridis fue un ejemplo ‘no sólo por su conocimiento sino también por su ética’.

35 años después de haber sido elegido Intendente Municipal, habiendo sido el segundo vecino en ocupar más tiempo el cargo, y viviendo siempre en la misma casa y caminando por las mismas calles, es un ejemplo de cómo se debe ejercer la política, de cara a la gente, sirviéndola y no sirviéndose de ella.

Cuando hoy camina por Zárate es saludado y reconocido por su honestidad, algo no abundante en la dirigencia actual. No muchos pueden darse ese lujo. Sirvan estas líneas de homenaje a quien, con coincidencias y disidencias, reconozco como un ejemplo de proceder en la gestión de la cosa pública.