FLORESTANO ANDRADE NO EXISTE

Por Eduardo Rivas – La revolución tecnológica implicó la democratización en las posibilidades de acceso a la información. Desde el arribo de internet a nuestras vidas, o desde nuestro arribo a internet, tenemos la posibilidad de ampliar nuestro espectro informativo en cuanto a información y a medios de información, aunque esto no implica, claro está un acceso a información de mayor calidad.

Esta facilidad de acceso a la información trajo como consecuencia no deseada la falta de chequeo de la información que se consume, lo cual se agrava aún más cuando ésta es un insumo para brindar otra información, y peor aún cuando quien lo hace es quien debiera garantizar el acceso a información veraz y comprobable.

Días atrás exhibimos los carteles colocados para el estacionamiento medido en Zárate y enumeramos una serie de errores que tenía en relación con los nombres de las arterias del radio dispuesto para el cobro del estacionamiento, y adrede dejamos fuera de los errores el caso de la calle Florestano Andrade Atucha, porque dicha calle no existe y merecía una nota en particular.

Según el artículo 27 de la Ley Orgánica de Municipalidades ‘Corresponde a la función deliberativa municipal reglamentar’, entre otras cuestiones, ‘La imposición de nombres a las calles y a los sitios públicos’, por lo que los concejales debieran saber el nombre de las calles del Distrito, pero nos equivocamos. De hecho, las autoridades municipales no los conocen porque no solo en este caso nombraron de manera incorrecta una calle, lo han hecho con toda la comunicación oficial en que estaba involucrada esta arteria en el último tiempo.

¿A qué se debe esto? A que, si uno entra en Google Maps y se posiciona sobre la zona, Google menciona que la calle en cuestión se llama Florestano Andrade Atucha, y como todos repiten como loros barranqueros en lugar de cerciorarse si es correcta la información que difunden, todos terminan difundiendo un error. Porque Florestano Andrade no existe… al menos no Florestano Andrade Atucha.

Había varias formas de chequearlo, una de ellas el acercarse a la esquina de Andrade y Rivadavia y ver la placa que recuerda a quien fuera Florestano Andrade y que reza ‘Florestano Andrade. Homenaje al que vivió enseñando. Zárate, octubre 1911’, porque Andrade fue un maestro rural que dictó clases en Atucha, de allí la confusión suponemos, y de hecho por su labor la escuela de Atucha lleva su nombre.

Pero si no querían ir hasta allí lo podrían haber comprobado buscando en internet, y podrían haber encontrado su árbol genealógico (https://www.genealogiafamiliar.net/getperson.php?personID=I280548&tree=BVCZ), donde entre otras cosas se menciona que el apellido de su madre era Abente y el de su esposa Echagüe, de allí que su hijo Florestano Andrade cuando ejerció como Comisionado en la década del ’40 del siglo pasado fuera mencionado como Florestano Andrade Echagüe, y hasta su foto.

Y hasta podrían haber encontrado la ley 1637 de la provincia de Buenos Aires por la que el 7 de junio de 1883 el vicegobernador Adolfo Gonzales Chaves dispuso ‘una jubilación de mil pesos moneda corriente mensuales’ para ‘el profesor don Florestano Andrade’.

Jubilación que Andrade pidió por no poder seguir trasladándose para educar producto de ‘un fuerte golpe recibido últimamente del caballo al venir del colegio a su casa’, como consigna Sergio Robles en uno de sus libros, y hablando de Robles, quizás hubiera sido mucho más sencillo aún, acudir a los que saben.

En una oficina del Museo Jovita trabaja quien más sabe de la historia zarateña, y sobre la que ha escrito numerosos libros, el profesor Sergio Robles. Un profesional que además de saber mucho de su metié, además, la comparte, porque tiene la generosidad de ilustrar a todos quienes vamos en busca de su ayuda para librarnos de nuestra ignorancia.

Sergio Robles, incluso, escribió un muy recomendable libro sobre ‘Los que pasaron: Gentes en la historia de Zárate’, que en el volumen 4 de su colección Biografías, se ocupa de las historias de Félix Pagola, Rómulo Noya, Carlos Sarmiento, Justa Lima de Atucha… y Florestano Andrade.

Su historia merece ser recordado como corresponde, porque no solo educó a muchísimo zarateños sino que estableció una guía de acción para la vid que hoy, más de un siglo después de pronunciadas sus palabras, siguen teniendo vigencia.

Decía Florestano Andrade, según recoge el Diario El Debate del 22 de octubre de 1911 y que transcribe Robles, ‘no basta instruir, es menester moralizar, educar estos niños que se le confían en momentos que sus tiernas almas reciben de todo lo que les rodea impresiones profundas, en momentos que sus sentimientos se despejan, que sus ideas se fijan para determinar sus destinos; es a los maestros a quienes corresponde inspirar a estos jóvenes, sentimientos puros y elevados, ideas verdaderas, costumbres virtuosas…’

Una de ellas es no hablar de lo que no se sabe. Otra, corregir cuando uno se equivoca.

Esperemos que el Municipio lo haga cuanto antes, porque Florestano Andrade Atucha no existe, pero Florestano Andrade sí y merece un justo y sentido homenaje porque tal como transcribiera El Debate el 1 de octubre de 1911, al compartir la carta que Manuel José De La Torre le enviara a Florestano Andrade en ocasión en que éste pidiera su jubilación, ‘ya era tiempo que la justicia se hiciera con Vd. como uno de esos humildes y silenciosos obreros del Progreso que han vivido trabajando día a día, instante por instante, educando las masas ignorantes de la campaña de la Provincia, con retribución mezquina, sin horizontes y sin más recompensa en el ocaso de vida, que la jubilación que Usted solicita con tanta justicia al caer desfallecido por un accidente fatal, la fatiga no interrumpida de veintiocho años o más.’

Gracias, profesor Sergio Robles por su labor, ojalá fuera fuente de consulta de los sabiondos que detrás de un escritorio creen que saben todo de todo, muy diferente sería la historia.

Otro gallo cantaría y se honraría la memoria de ilustres vecinos como don Florestano Andrade.